La ciencia ha revelado que la motivación no reside solo en nuestras reacciones ante los premios o castigos o los impulsos biológicos, sino que responde ante un tercer impulso: nuestro profundo deseo de dirigir nuestras vidas, creciendo a través de expandir nuestras capacidades y vivir una vida con sentido. Como indican Edward Deci y Richard Ryan, autores de la teoría de la autodeterminación, los seres humanos tenemos tres necesidades psicológicas innatas: la competencia, la autonomía y las relaciones. Las evidencias nos han mostrado que cuando estas tres necesidades están satisfechas, nos sentimos más motivados. Como se desprende de ello, los ingredientes que alimentan esta motivación son la autonomía, la maestría y el sentido.  Para conseguir esta motivación, el ser humano precisa pasar del control a la autonomía, es decir, de la obediencia a la responsabilidad. Con la autonomía se podrá llegar a la maestría, y dominar aquello que nos importa. Sin olvidar, que conocer para qué hacemos las cosas dota de sentido a nuestra conducta.